Querido
S.
Hola,
bien, estamos bien, recién ayer te escribo aquí y me llega la tuya en papel. Se
cruzaron. Me alegra enterarme de que tú también vas a escribirme. Te estuve
leyendo en el métro, de vuelta a casa, apoyándome en la espalda curvada de un
hombre de avanzada edad. En verano hay menos gente pero también menos vagones,
nos da lo mismo. Me alegra saber que de momento seguirás en Bedford, eres un
valiente, ya te dije, seguro que Palm y Jullien te tratan bien. No, no debes
temer que te maten en plena noche, lo más probable es que lo hagan a pleno día.
Tranquilo. Yo estuve bien allá. Acuérdate de tener preparada la bolsa de basura
los martes y los jueves. Hoy nos despertaron otra vez los jardineros. Cortan el
seto y limpian la calle con aspiradoras que forman nubes de polvo solo
parecidas a una tormenta del Gobi. Afortunadamente me di cuenta de que se
acercaban y pude cerrar las ventanas a tiempo. Pero esto no va a seguir así
mucho tiempo. Ya tenemos el plan preparado para cambiar este ridículo jardín de
setos y césped en un refugio para nuestras locuras. M. se encargará de reunir a
los vecinos del edificio y hacer la propuesta. En cualquier caso, mejor esto
que nuestro plan anterior para asesinar a los jardineros. Estamos de acuerdo
con la propuesta de mandarte libros. Tú nos envías la lista y el giro. De todas
formas recuerda que puedes dar una vuelta por Strand, está en el 828 de Broadway.
En cualquier caso lo importante es que
sigas con tu libro de poemas y nos envíes tus pruebas. Siempre estamos deseando
leerte. Aun en los días de calor como este, que invita sólo a la siesta y al
amor. Comimos fideua de marisco. Con calamar congelado, no nos da para más. M.
se pasa muchas horas escribiendo. Vemos películas. Planeamos el asalto. Estoy
leyendo una novela de Coetzee que no entiendo mucho. The schooldays of Jesus.
Los personajes no son simpáticos. Los diálogos son pobres, espero una sorpresa
de última hora, algo que justifique el Nobel. Hay una pareja que no se sabe si
se quieren, un niño, una extraña escuela de Danza que no alcanza a ser misteriosa.
El niño no parece muy ingenioso, aunque aprendió a leer con el Quijote. También
sigo con el ensayo de Talese sobre los problemas sexuales de los americanos. Es
aberrante. El peso tan tremendo que les suponen sus traumas, es para tenerles
lástima. Es todo tan absurdo. Algo tan simple como el sexo, que haya dado lugar
a estas guerras, no lo entiendo. La prosa de Talese es brillant. Sus excursos, sin embargo, no son nada comparados con los
de los ensayos de Thomas de Quincey, excursos infinitos que no respetan ni las
notas al pie de página. Voy mejor de la pierna día a día, aunque sigue
molestándome cuando me pongo el calcetín del pie derecho, estoy pensando en
dejar de usarlos, o en no quitármelos nunca, menos mal que está M. para evitar
que caiga en estas manías. Sí, sigo escribiendo la novela, y el ensayo, y el
diario, y lo que quieras…nada más por hoy, espero más cartas, te envío ya esta
tarde el dinero, si no me cierran antes en la oficina de correos.
Un
abrazo, saludos a Palm y Jullien. Grandes. Adiós.
PD.
Los gatos andan bien, aunque te mando una foto de su reacción al ver el león.
Para ellos debe ser como un tío viejo que aparece en casa sin avisar. Se
acostumbrarán.
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