Querido S.,
Cómo estás. Nosotros bien, gracias, salvo por lo de mi
pierna derecha. No puedo estirarla. Solo me duele cuando intento ponerme un
calcetín. Parece ser que no recibiste mis cartas de papel, ni mis correos
electrónicos, te escribo por aquí de todas formas. Confío en que todo lo que te
cuente no le interese a nadie más. Sé que no es un método muy adecuado para
contarnos cosas íntimas, pero bueno, tú nunca pareciste muy interesado en
ocultar trapos sucios o en no airear tus estados de ánimo siempre tan salvajes.
M. está de vacaciones, aunque sigue
trabajando en sus proyectos privados. Pronto todos tendréis noticias de lo que
anda preparando. Posiblemente suponga el fin del mundo tal y como lo conocemos,
pero ella insiste en que mantenga el secreto. Hoy hemos ido a hacer deporte.
Tengo que estirar más la espalda, la edad no perdona y M. me asegura que como
siga así empequeñeceré. La columna se me está acortando. Por cierto, ya hemos
comprado el león. Ahora mismo creo que está en la cocina, se está haciendo a su
nuevo hogar. Nos alegra mucho haberlo sacado de la jaula. ¿Te acuerdas cuando
íbamos a la explanada del barrio, donde ponían el circo en diciembre? Íbamos a
la parte de atrás e intentábamos abrir las jaulas hasta que nos corrían a
patadas y qué rabia nos daba, no sé qué hicimos con nuestra rabia, S. Pero
mejor intentarlo que no quedarse mirando. “Ceux qui regardent souffir le lion
dans sa cage, pourrisent dans la mémoire du lion.” Es de René Char, me lo
recordó J., aunque ya sabes que él prefiere a Eluard “Los que miran sufrir al
león en su jaula, se pudren en la memoria del león.” No me gustaría pudrirme en
la memoria de nadie, por eso te escribo, espero noticias y que te vaya bien en
tu nuevo trabajo. Cuidado con la radioactividad. Te intentaré escribir siempre
que pueda, cartas cortas, notas, y alguna foto que haga yo, para ilustrarte nuestra humilde y absurda vida, no quiero cansarte. Recuerda, ¡siempre alerta!
Un abrazo
Comentarios
Publicar un comentario