Decidió no escribir más sobre espejos,
sobre gente que se mira en espejos,
ni siquiera sobre sus propios reflejos.

Mejor callar quien seas,
lo que se supone que eres.
Ahí influyó la responsabilidad de ser otro,
de reducirse, anularse, desmenuzarse
como arena,
de confundirse en la maleza
como un humilde insecto
pese a la dificultad que supuso
no encontrar un camino de regreso.

Mejor prestar un poco de atención a lo de afuera
aunque sea a los ligeros ecos que llegan,
a la mínima expresión de un color que tiende a gris
o a la rebelde abstracción de una idea
que no pertenece a nadie.

(Porque quién si no hablará
por las piedras,
quién en nombre
de la suciedad,
quién
replicará al silencio.)

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